lunes, 19 de noviembre de 2012

RAÚL SUÁREZ MARTÍNEZ Los foros del PRD



En Guerrero, a raíz de que ex dirigentes estatales del PRD emprendieron un proceso de discusión sobre qué hacer con este partido en el futuro inmediato, se ha desatado una incipiente efervescencia por recuperar una práctica perdida por la izquierda. Desde que empezó a lograr espacios de representación electoral se dejó completamente de lado la necesidad de vencer al contrincante mediante las ideas y los proyectos; no llegan ya a ser representantes populares aquellos que tengan el mayor trabajo social o político, menos quienes hagan trabajo de base en algún sector de intervención (campesino, urbanopopular, sindical, mujeres, indígena, preferencia sexual distinta); si acaso utilizan estas acciones afirmativas para garantizar a quien tiene una franquicia grupal el espacio para ser diputado o algo parecido. Ya sea por medio de las desprestigiadas elecciones abiertas, los delegados, los consejeros y, en el peor de los casos, los acuerdos de cúpulas, quienes han sido beneficiados son generalmente los que tienen el poder económico, lo incondicionales del dirigente de la corriente o los ex priístas que de último momento brincan al PRD cuando en su partido no son tomados en cuenta para ser candidatos.

Por ello, no es de echarse en saco roto esta iniciativa. El hecho de que también, de manera oficial, el Consejo Estatal del PRD haya tomado el acuerdo de impulsar foros para la discusión de los temas del próximo Congreso Nacional, es ya un avance, siempre y cuando se hagan con toda la intención de discutir. La izquierda, y más la guerrerense, que se precia de ser la más perredista del país, debería de rescatar esta práctica que había marcado siempre los trabajos políticos de lo más avanzado de Guerrero.
El problema, sin duda, del perredismo, siguen siendo, por un lado, las corrientes, que no logran entender que su papel histórico debería ser darle orientación ideológica y política al partido, y utilizan la fuerza que acumulan para satisfacer sus intereses muy particulares. Si cambiaran sus prioridades, probablemente algunos de los que sienten que tienen comprados los espacios de representación popular verían afectados sus intereses, pero a la larga, fortalecer al instituto político permitiría fortalecer también sus aspiraciones particulares.
La segunda carga que tiene el perredismo producto de cuidar sus intereses es la supeditación que tiene al poder; ninguna corriente de las que conviven en el PRD concibe la idea de ser independiente, crítica o al menos contestataria a las instancias de poder que el mismo partido logra. Así, el partido ha vivido un sexenio de mutismos con Zeferino Torreblanca, y lleva ya prácticamente la mitad del ejercicio gubernamental con Ángel Aguirre sin lograr ser el partido que, teniendo el gobierno estatal, logre incidir en el ejercicio del poder. Sucede lo mismo con los presidentes municipales y diputados locales: no hay desde el PRD una política clara y real para el ejercicio del poder, que se reparte como cotos en aras de los “equilibrios políticos”, dejando ser y dejando pasar a todos los grupos, sin entender que un partido callado, sumiso, no ayuda a los representantes populares, que necesitan un contrapeso que los obligue a mantener una línea acorde con los principios ideológicos (sé que varios pusieron cara de no saber qué es eso) de ese partido.
Si se logra que los foros tengan éxito y se mantiene la práctica de discutir, analizar y privilegiar el debate como forma de dirimir las diferencias, y no recurrir al pragmatismo rampante de “cuantas canicas tienes es cuanto vales”, pudiera ser que la próxima generación de dirigentes de la izquierda en Guerrero retome el camino del análisis político e ideológico que tanta falta hace.
¿Qué hacer? La pregunta es fácil; la respuesta no es sencilla. Hágase el debate.

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