jueves, 25 de octubre de 2012

PRI, la crisis recurrente


ROBERTO RAMÍREZ BRAVO

El Partido Revolucionario Institucional vive en Guerrero un momento de crisis que no parece corresponder con la imagen del partido que acaba de ganar la presidencia de la República. Es una crisis de división, pero también un conflicto moral y político.

En cierta medida, se parece a lo que vivió el PAN hace unos 20 años, cuando empezó a ganar posiciones en Guerrero –mismas que no habría de recuperar después– al cobijo del entonces gobernador José Francisco Ruiz Massieu, lo que su dirigente de entonces, Enrique Caballero Peraza, calificó como “una crisis de crecimiento”.

La diferencia es que el PRI no está creciendo hacia ninguna parte, y que el problema no está en que exista una fracción emergente que necesite espacios, sino en una lucha por el poder.

El eje central del conflicto, como aparece a simple vista, se da en la confrontación entre los diputados Rubén Figueroa Smutny, local, y Manuel Añorve Baños, federal, y ex alcalde de Acapulco.

En el fondo hay más de lo que parece. Primero, es de hacer notar que la actuación de Figueroa Smutny dio a conocer algo de lo que no se tenía confirmación clara: el añorvismo es un grupo político fuerte dentro del PRI, al punto de tener el control casi total de ese partido en Acapulco.

El hecho es inusitado porque los grupos políticos suelen ser encabezados por ex gobernadores y el que está en turno. Se sabía la existencia en Guerrero del grupo de Figueroa, del encabezado por el ahora gobernador Ángel Aguirre y del que intentó formar con pocos resultados René Juárez Cisneros. Históricos, el de Aguirre y Figueroa.

Ahora, sin embargo, parece que Añorve logró conformar el suyo, y es la estrategia de Figueroa Smutny desvanecerlo.

Para armar su grupo, Añorve se habría apoyado en el ayuntamiento, que gobernó en el cuatrienio que acaba de terminar; y, con base en una red de relaciones en la ciudad de México, más una estructura local que nadie reivindicó como suya en el puerto, logró amarrar un entramado que para Figueroa Smutny ha sido muy difícil de penetrar.

Pero el ex alcalde sabe que no puede enfrentar a un oponente de tal magnitud sin hacer aliados. Por ello hace unos días convocó a un grupo de periodistas a la ciudad de México y trató –si bien parece que no fue efectivo el medio– de enviarle un mensaje al gobernador Ángel Aguirre: su función como diputado, dijo, sería gestionar recursos para Guerrero y, palabras más, palabras menos, emitió una declaración según la cual el gobernador debería ver en él a “un aliado”.

La respuesta, en todo caso, le llegó unos días después: de gira por La Montaña, el gobernador anunció que auditaría a la administración de Añorve de la misma forma en que lo está haciendo con la de Zeferino Torreblanca y como se hará con los demás municipios. No hay alianza, según parece.

Figueroa Alcocer, mientras tanto, ha seguido la estrategia de crearse una imagen de un político muy crítico. Primero amenazó a Añorve con presentar demanda penal por presuntos desvíos de recursos públicos en Acapulco, y luego, tras un regaño público del dirigente estatal Cuauhtémoc Salgado, dio marcha atrás y “acató” el llamado a no confrontarse, tal como lo había hecho en el proceso electoral pasado, cuando se lanzó contra Añorve y después abandonó el pleito; pero en esta ocasión, apenas soltó al ex alcalde porteño, y se fue contra Astudillo.

Además, el propio Cuauhtémoc Salgado no ha podido consensuar en su favor las voces críticas de su partido, y en su propia tierra los priístas han expresado un rechazo público hacia él. La renuncia de Daniel Pano Cruz a la Secretaría de Organización del CDE del PRI, la segunda cartera en importancia, se inscribe dentro de ese contexto de jaloneo interno.

Durante el gobierno de René Juárez, el PRI vivió también una fuerte división interna, lo que se tradujo en la pérdida por primera vez del municipio de Acapulco, y luego, de las diputaciones federales por Guerrero, y por último, de la gubernatura. Esa crisis se volvió permanente, hasta terminar por colocar a este partido un lejano tercer lugar en las votaciones de Acapulco.

Si algo han tenido los priístas es la capacidad para golpearse unos a otros cuando se trata de conseguir un poco de poder. Tal vez la causa más clara de que Añorve lograra la candidatura para la alcaldía de Acapulco haya sido que simplemente nadie la quería, y nadie se la peleó. Una vez que el priísmo recuperó el municipio, y más ahora cuando ha obtenido la presidencia de la República, el golpeteo se intensificó. Pero es un camino ya sabido: lo que viene ahora será otra vez arañar la alcaldía en Acapulco, otra vez intentar la gubernatura, y quedarse de nueva cuent

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