lunes, 5 de noviembre de 2012

Una reforma laboral esclavista


Román Munguía Huato
Rebelión
A la memoria de Monseñor Oscar Arnulfo Romero
A tono con el espíritu de la Teología de la Liberación, la Iglesia de los Pobres, la posición de un sector eclesiástico católico comparte el rechazo del pueblo trabajador a la contrarreforma laboral pripanista–perredista. Ello se desprende según declaraciones loables del cardenal José Francisco Robles Ortega (diario Página 24, 21/10/12), quien sin ser integrante de esta corriente progresista eclesiástica se pone a su lado, acorde a las aspiraciones y anhelos de justicia laboral y social.

Lamentablemente estas declaraciones por venir de quien vienen no tuvieron la resonancia mediática que debieron haber tenido. Lo que afirmó el nuevo arzobispo de Guadalajara o la arquidiócesis –Semanario Arquidiocesano de Guadalajara. Número 821, 28 de octubre de 2012. Año XII. Artículo: “La Ley del Trabajo, en la Cámara Alta”; publicado en web el 18 de Octubre, 2012– fue lo siguiente: “Es momento de que los mexicanos nos unamos para protestar contra las injusticias sociales flagrantes que se cometen en nombre de un falso ‘progreso’, con la mentira de que la depauperación de los ya de por sí tan pobres incrementará las plazas de trabajo. Reflexionemos. Pensemos a donde vamos y, sobre todo, a dónde se está arrojando a los más pobres que, por desgracia, son ya mayoría en nuestra Patria.”

Dicho artículo asevera tajante: “Desde hace unas semanas ocupa el interés de los mexicanos una llamada ‘Reforma laboral’, que es una propuesta ‘de salida’, presentada por el Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, y compuesta de dos partes: una que pretende reformar la vida interna de los sindicatos del país, cuyos lideres, tradicionalmente corruptos, han explotado a los trabajadores y beneficiado a los patronos, y desde luego a ellos mismos, sin dar cuenta a nadie de los manejos de los ingresos por cuotas y otros apoyos que las agrupaciones laborales reciben de muchos frentes. Esos mismos líderes, por cierto, se perpetúan gracias a los procedimientos viciados de las elecciones en los sindicatos; prácticas ciertamente muy conocidas por todos los mexicanos… Las reformas indispensables para tratar de poner orden en los sindicatos quedan pendientes, ¡por supuesto! ¿Qué grupo político se atreve a tocar a Elba Esther Gordillo, a (Carlos) Romero Dechamps, etc.?” Más aún: “todo parece indicar que el acuerdo previsible entre los Partidos PAN y PRI logrará hacer pasar, prácticamente íntegra, esta Ley que favorece absolutamente a los patronos.”

Las haya dicho el cardenal arzobispo Robles Ortega o la propia arquidiócesis a través del semanario, el hecho es que tal visión crítica cuestiona una realidad política, laboral y sindical que es necesario transformar lo más pronto posible. Estas declaraciones, por supuesto, jamás las hubiera pronunciado de ninguna manera el anterior arzobispo de Guadalajara, el ultraconservador cardenal Juan Sandoval Iñiguez, quien siempre ha estado al lado de los poderosos oligarcas locales y nacionales; y siempre sentado únicamente a la mesa de los ricos y políticos del poder dominante, simpatizantes de la “Teología neoliberal” para seguir explotando al prójimo.

Desde luego, estas declaraciones no solamente causan molestia en la clase empresarial impulsora de tal reforma sino, además, en la clase política, en senadores y diputados, y especialmente en los líderes sindicales charriles, quienes están siendo protegidos férreamente por sus correligionarios como el diputado Manlio Fabio Beltrones, coordinador de la fracción parlamentaria del PRI. El blindaje político a tales liderazgos –dentro del sistema corporativo autoritario sindical oficial u oficioso– es clave para la estabilidad del sistema económico y político imperante que se constituye en una verdadera razón de Estado.

Tales declaraciones del arzobispado de Guadalajara evocan hasta cierto punto los viejos fundamentos de la encíclica Rerum Novarum (“De las cosas nuevas” o “De los cambios políticos”): la primera encíclica social de la Iglesia Católica. Promulgada por el papa Leon XIII en mayo de 1891, fue una carta abierta que trataba sobre las condiciones de las clases trabajadoras. En ella, el papa dejaba patente su apoyo al derecho laboral de formar uniones o sindicatos, aunque también reafirmaba su apoyo al derecho de la propiedad privada. Además discutía sobre las relaciones entre el gobierno, las empresas y los trabajadores. La Rerum Novarum proponía: que la fuerza de trabajo del hombre no sea considerada una mercancía; reconocer el derecho de los trabajadores a constituir sus propias asociaciones (derecho a la asociación laboral¬–sindical); instaba al Estado a reconocer el derecho de asociación profesional; el descanso dominical; la prohibición del trabajo infantil; la protección a la mujer trabajadora; el reconocimiento del justo salario; la previsión social, etcétera. Propugnaba, pues, una especie de capitalismo “ligth”; un capitalismo de “rostro humano”. Dicha carta daría base ideológica después a la democracia cristiana.

Aunque la encíclica identificaba claramente al capitalismo como la causa de pobreza y degradación de los trabajadores, establecía nítidamente la ideología conservadora de la adopción –frente al socialismo– del principio de colaboración entre clases sociales –principio que llevan a la práctica ferviente los sindicatos charros y más los sindicatos “blancos” (los abiertamente patronales). Décadas después, nacería legítimamente la Teología de la Liberación, anticapitalista, y con ella las pastorales del trabajo (teología pastoral), que pugnan por una justicia plena para el pueblo trabajador.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

0 comentarios:

5olitario CHAT

E5LN

Entradas populares

Con la tecnología de Blogger.